Relajada y con energía de sobra, Sara Sorribes (26 años, Castellón) toma asiento en el área de Flushing Meadows reservada a los jugadores como si nada. Unas horas antes ha levantado en Cleveland el segundo trofeo de su carrera, pero el cuerpo le pide más y no le importa en absoluta que la transición de un escenario a otro sea mínima. “Sí, juego mañana. Y mejor mañana, mucho mejor… Para no parar dos días. ¡Venga, a jugar ya!”, dice acompañando la frase de un chasquido de dedos. Es el preámbulo del US Open y en su primera aparición no solo cumple, sino que repite el mensaje que envió hace dos meses en Roland Garros, donde se quedó a un tris de alcanzar los cuartos de final: Sorribes está aquí otra vez.
Después de un periodo muy oscuro, de medio año de ausencia tras romperse el escafoides y de que las dudas invadieran su mente, la valenciana prosigue esa escalada diaria que tanto le gusta y que le da la vida. En París reconocía que llegó a perder el gusanillo, lo que en su caso es señal inequívoca de que la historia iba por muy mal camino porque no hay mejor aliciente para Sorribes que la rutina. Ahora, superada la ventisca, no solo vuelve a disfrutar, sino que poco a poco va reencontrándose con esa versión guerrillera que en su día le permitió ascender hasta el 32º puesto del ranking a base de trabajo y más trabajo.
Pero la historia no queda ahí: hoy por hoy, ella es la referencia femenina española, según refleja el listado. Virtualmente entre las 50 mejores, figura ya por delante de Paula Badosa (50ª), Rebeka Masarova (62ª) y Cristina Bucsa (76ª). “Creo que nunca he sido la uno, ¿verdad? Llegué a ser la dos, porque estaba Garbiñe… Bueno, creo que hay momentos mejores y peores para cada una. Ahora se han dado una serie de circunstancias y puede ser que esté la primera, pero también lo puede ser Rebeka si hace un gran torneo aquí. Lo veo anecdótico”, contesta; “es que yo soy muy así, de ir poco a poco y de valorar mucho las cosas pequeñas del día a día. Por ejemplo, después de ganar en Cleveland nos tomamos una hamburguesa y dije: ‘¡Ala, qué guay!”.
Desde que empezó a repuntar en primavera, Sorribes vuelve a desempeñarse como una competidora áspera, incómoda para cualquiera. “Eso es algo que me decía mucho Silvia [Soler, su entrenadora junto con Paco Fogués] cuando empezamos, pero yo no me lo creía. A ahora voy creyéndomelo cada vez más. Creo que ven a una jugadora aguerrida y dura, que cada vez tiene más armas y que cada vez les incomoda un poco más; creo que saben que si quieren ganar el partido van a tener que estar un buen rato en la pista”, expone antes de reducir en el estreno a Anhelina Kalinina, la 28ª del mundo.
Competir, ante todo competir
“No sé cuánto tiempo dura eso de la vuelta, pero creo que la clave es el día a día. Por suerte, siento que cuando juego contra rivales fuertes voy sintiéndome mejor, independientemente del resultado. En Cleveland, todas a las que les gané eran top-50 y eso no es fruto de un día, sino de muchos, de una cuestión de que mi nivel va aumentando. Cada una tenía un estilo distinto y cada una me exigía unas cosas, y respondí. Eso es lo mejor de todo”, aprecia con los pies sobre el suelo, pero sin renunciar a nada. Su techo en un grande lo marcaron los octavos de este año en Roland Garros, y en 2021 se quedó en la tercera ronda de Nueva York. Restablecida, afronta con decisión el listón.
“La confianza está ahí, pero aquí las condiciones son diferentes. Es otro sitio, un Grand Slam, así que tendré que volver a picar otra vez mucha piedra”, sostiene antes del cruce de este miércoles con la china Wang Xinyu, la 25ª de la WTA. De nuevo, otra prueba exigente. “Al final, a lo que más valor le doy es al hecho de que cuando juego este tipo de partidos, compito y tengo opciones de ganar”, afirma. En su día batió a la japonesa Naomi Osaka, ganadora de cuatro Grand Slams, y en los Juegos de Tokio también pudo con Ashleigh Barty, otra número uno. Ahora, motivada otra vez, degusta este presente en el que su tenis vuelve a hacer daño.
“No soy muy de rankings; de hecho, no sé ni cuál tengo ahora, pero ni idea, ¿eh? Es algo que desde pequeñita te hace ilusión, pero a mí lo que me preocupa es el día a día. A mí lo que me gusta de verdad es competir. Y lo que intento es crecer. El pedirme más y el apretarme más es lo que me va a hacer mejor jugadora, me encanta sentir que hago algo y que he mejorado, aunque sea solo un poquito”, enfatiza; “en Cleveland, iba a vendarme y me preguntaron si iba a entrenar, pero iba a jugar la previa y a los fisios les extrañó; esa es una buena señal, significa que me ubican en otro sitio y eso te reconforta”.
Todavía con un generoso trecho profesional por delante, ¿qué margen de progresión tiene? “Solo puedo decir que, hasta el día que me retire, voy a intentar mejorar”.
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