Euroliga jornada 17



El Barça es un quiero y no puedo, un equipo que ha perdido la fe y la convicción, incluso el juego y cualquier ambición. Suma debacle tras masacres, pifia tras sonrojo porque contando son derrotas en los últimos 10 encuentros, unos números tan raquíticos como inrisorios para un equipo que presumiblemente aspiraba a todo antes de empezar el curso, además el salario se reducirá en un 20%. La historia se repitió en Múnich, que acabó con sensación de 20 puntos, y la prueba de que el Barça se había descarriado, exigía ahora corregirse con el nuevo año porque parecía estar en descomposición.
Al más puro estilo norteamericano, el público del Mónaco no se escucha hasta que su equipo marca el primer gol. Es una tradición, también una forma de conseguir que sus integrantes lleguen a la fiesta con fuego claro. Ante el Barça, en cualquier caso, se sintieron preparados y le pidieron el aplauso, una vez que Motiejunas partió desde el perímetro. Bienvenidos al espectáculo monegasco y a la experiencia azul. Así, tras incorporarse al grifo Blossomgame y a un recital bien dirigido por el eléctrico y habilidoso Mike James, empezó a disparar al Barça, incluso a un Roger Grimau que se disolvió del área técnica en el periodo en el que entrenaba. Puedes estar enojado; podría ser vergüenza. Entre otras cosas porque los azulgrana fueron espantapájaros ante los rivales rivales (10-3 en el inicio).
Llegaron tarde a la silla, los cinturones no se sujetaron a la fianza del rival y nadie sujetaba su asiento a la cuerda, ni de su lado ni del contrario. Una vez que lo entiendes más, conoces un sentimiento que explica que este Barça es el fracaso personificado, el feo que sufre, el estudiante que se examina sin estudiar, el pretendiente que no entiende a los indirectos, el equipo que se marcha sin remisión. . 27-15 en el primer cuarto sólo compuesto por dos triples de Jabari Parker; todos los jefes de las gachas, los heridos y las muñecas retorcidas.
En una espiral de malos resultados y mala goleada —en el último partido perdió por 20 puntos antes del partido de la ACB—, los jugadores del Barça compiten todos los días, por lo que nadie puede hacerse cargo del equipo, el viejo como nunca Mirotic. A Laprovittola el falso poder magnético, a Parker la comunicación y poco se sabe de un Satoransky que se contenta con complir. Peor es Willy Hernangómez —recién jugado en Montecarlo—, que muestra una versión muy renovada del que fue, increíblemente, el MVP del último Eurobasket. Así, entre pérdidas de balón (tras el entreacto), fuga total de lanzamientos y malos lanzamientos, el Monje está contento con el equipo de aficionados cuando les pegan, nadie como Mike James. 47-36 al final del promedio. Mas de lo mismo.
Trató al Barça de recomposición, más agresivo en defensa y sobre todo expresivo desde la periferia, pero no tuvo todo el baloncesto arriba. Poca paciencia, ni seguridad de un Grimau que estaba enfadado por el ritmo de las semanas y que había cogido la técnica para protestar, nervioso porque su equipamiento no cumplía. Aquí fue el único recurso del Barça, que al final se desplegó de lleno en defensa y que evitó la mala suerte de James -un coco con la púa de Satoransky le rompió la cabeza- para ponerse delante de él (54-46). Un espejismo porque Okobo y Diallo explican lo contrario, de nuevo a 15 puntos (67-52) con el epílogo de jugar.
Pero así era. El Barça, que se vio obligado a perder 30 puntos, se hundió lo grande y ya no se decía porque iba de pe en pa, siempre a quitar y sin pedir, un chiste para el Mónaco. Bofetón que ahonda en la crisis blue y que exige cuidar el mercado, en el tiempo que señala a Grimau. Este Barça va de mal en peor.
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