Ni una semana había pasado desde la última vez que Carlos Alcaraz se había enfrentado a Tommy Paul en los cuartos de final de Canadá donde el americano derrotaba al español. Sin embargo, esta vez fue diferente por la lluvia, que hizo presencia en tres ocasiones alargando el encuentro hasta las cinco horas, y por el juego del murciano que, al fin, se gustó y comienza a recuperar las sensaciones que demostró en Roland Garros y Wimbledon. El de El Palmar no estaba dispuesto a volver a caer contra el mismo rival en la misma superficie y con ocho días de diferencia. En esta ocasión la suerte cayó del lado del español en otro gran partido, duro e igualado. Tendrá oportunidad de mantener el nivel mostrado, durante la tarde-noche lluviosa de Cincinnati, en los cuartos de final contra el australiano Max Purcell (70º en el ranking) está noche, no antes de las 21:00 (Movistar+).
El número uno del mundo es consciente de que se acerca el US Open, que defiende 2000 puntos y que lucha desde ya con Djokovic por el número uno. Y eso se notó desde el inicio porque se veía a un Carlitos distinto, diferente, como no se le había visto desde su comienzo de la gira americana. Mucho más metido en pista y dominando con su derecha, su mejor golpe y que había sido hasta el momento su punto débil estas semanas. También ayudaba la pista, mucho más rápida que la canadiense. Aun así, el americano, que es uno de los jugadores más en forma y peligrosos de la actualidad, seguía a lo suyo, sacando adelante su servicio, moviéndose rápido por toda la pista y no dejándose influenciar por la versión mejorada del español.
Es por ello que siempre le hace sufrir a Alcaraz, lo incomoda como muy pocos porque sabe cómo defenderse de sus ataques y también sabe sacarle de la pista. Y así llegaba el quiebre de Paul que se colocaba 5-2 en 30 minutos. El murciano también luchaba contra el viento que producía botes extraños y neutralizaba la velocidad de sus bolas. Cuando aparecían los fantasmas de Toronto, Carlitos se agarró a la pista y sacaba el carácter y fuerza mental propio de un número uno para igualar 5-5. A partir de ahí, afinó y volvió la versión dominante del español. Sobre todo, en el tie break donde se hacía con el primer set.
En la segunda manga, se repetía la mecánica del primero y Alcaraz perdía su servicio para volver a recuperarlo al siguiente juego. A partir de aquí, las fuerzas se equilibraron, seguía con confianza el murciano pero aguantaba Paul que subió otra vez la intensidad. Esto producía breaks y contrabreaks constantes entre uno y otro hasta llegar al 4-4. “Positivo, piensa que va a salir”, le aseguraba Ferrero. Y todo lo que escucha el español lo ejecuta, que a pesar de perder el servicio impedía que se fueran al tercer set, defendió una bola de set en contra, y devolvía el break a base de dejadas y golpes ganadores.
Sacar ese juego fue un chute de moral para el español y apagaba a Paul. Todo parecía terminado y Alcaraz disponía de tres bolas de partido, pero no atinaba y tras un juego de quince minutos el segundo set también se iba al tie break. Mientras se lamentaba por la triple ocasión pérdida, el americano revivía, se llevaba por 7-0 el desempate y el encuentro se iba al definitivo tercer set.
Hizo borrón y cuenta nueva Alcaraz, que no se podía permitir irse del partido donde las sensaciones estaban siendo positivas. “Es hora de ponerse duro”, le avisó otra vez Ferrero. Y de nuevo se puso manos a la obra el de El Palmar, que no cesó y con determinación rompía el servicio de Paul. En el mejor momento del número uno cuando iba a más y se encontraba cerca de la victoria, apareció la lluvia. Llevaban tres horas de partido y el chaparrón les obligaba a irse a los vestuarios en el momento más importante.
El día de la marmota en Cincinnati
Una hora después del último punto y con 4-3 a favor del murciano se iba retomar el duelo, pero otra nube descargaba y el encuentro no llegaba ni a reanudarse. Se reía por no llorar Alcaraz que veía como no podía cerrar el partido por la lluvia y por no haber aprovechado las tres bolas de partido. Parecía que a la tercera iba la vencida y salían de nuevos ambos jugadores. Se reanudaba el partido, ponía el 5-3 Alcaraz, a uno de los cuartos de final, pero otra vez el cuento de nunca acabar. Más lluvia y los dos jóvenes se reían mientras se volvían a refugiar en el gimnasio ante una situación tan surrealista. Tan irreal era la escena que hasta Carlitos aprovechaba para cerrar los ojos y echarse una mini siesta por unos segundos.
El cielo escampaba, las luces se encendían y las gradas se llenaban por cuarta vez. Ahora sí, se volvía a jugar y Alcaraz, cansado de esperar y esperar, finiquitó el partido antes de que Paul volviese a entrar en combustión. Tres horas y quince minutos después de la primera bola de partido, y después de tres parones por la lluvia, el número uno se vengaba del americano (7-6(4), 6-7(0), 6-3) y accedía a los cuartos de final tras cinco horas y media de encuentro.
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