Mundial de baloncesto: España, entre una exigencia de oro y el relevo | Baloncesto | Deportes

Los jugadores españoles, tras la derrota ante Canadá.ALBERTO NEVADO

La hoja de ruta de la selección masculina de baloncesto estaba trazada para este ciclo olímpico. El plan era comenzar en el Eurobasket (2022) una transición generacional que madurara en el Mundial (2023) y llegara consolidada a los Juegos (2024). Pero el proyecto esbozado en la Federación Española y en la mente del seleccionador, Sergio Scariolo, cambió sobre la marcha por culpa de un oro inesperado. La cumbre en el campeonato europeo hizo saltar por los aires las previsiones. De repente, un grupo de meritorios liderados por Rudy Fernández, Willy Hernangómez y el recién nacionalizado Lorenzo Brown cambiaron la falta de altas expectativas por la gloria, y la selección desembocó en este Mundial como campeona vigente, reina de Europa (repitieron siete de los héroes de Berlín) y número uno del ranking.

La mirada hacia el grupo era diferente y por eso el batacazo ha sido más doloroso. Las dos derrotas seguidas, ante Letonia y Canadá, han dejado a España fuera de los cuartos, novena (su peor resultado en un Mundial desde el décimo puesto de 1994) y sin billete directo para la Juegos. París, que se suponía el final del camino, está ahora en el aire. Scariolo, cuyo contrato acaba después de ese torneo, afronta un desafío múltiple. El técnico, de 62 años, debe acabar de moldear la transición entre la gran generación de oro y la prometedora camada que aparece en el horizonte, y a la vez competir por alcanzar París. El listón está altísimo para una selección acostumbrada a ganar y ganar.

Las lecciones de Yakarta

España dejó Indonesia con un aprendizaje escrito con la sangre de la derrota. En el cuaderno del selecionador queda apuntado que los debutantes en un gran escenario, Juan Núñez y Santi Aldama, dieron un paso al frente en el momento decisivo ante Canadá; que el puesto de base fue el eslabón más delicado por la importancia de generar juego y alimentar a las otras piezas; que Rudy tiene carrete para seguir en la brecha mientras el cuerpo aguante; y, sobre todo, que con estos mimbres solo un rendimiento colectivo al límite permite competir ante selecciones, como Canadá, que hoy son más potentes individualmente.

El crecimiento de Núñez

“Estoy orgulloso de haber jugado el Mundial con un base titular de 19 años”, presumió Scariolo tras la eliminación. La renuncia por lesión de Lorenzo Brown y la baja de última hora de Ricky Rubio por un problema de salud mental atacaron el corazón del juego de España. De dos directores de orquesta de alto nivel se pasó a ninguno y el grupo quedó en manos de Juan Núñez, base del Ratiopharm Ulm de la Liga alemana, para complementar la brega de Alberto Díaz. El chico deja Yakarta con el reconocimiento del técnico y de sus compañeros. Fue el mejor asistente del equipo (5,2 de media por encuentro en 19 minutos por noche) y dio la sensación de que, aún con un físico por forrar y con la mejora en el tiro como debe, hay un base de aúpa. Si España alcanza los Juegos, y Lorenzo y Ricky están de vuelta, Scariolo tendrá cubierto un puesto que para este Mundial fue un dolor de cabeza.

Los sextos de Rudy

A los 38 años, Rudy Fernández tiene los Juegos de París en la mirilla como el fin de su carrera internacional (y puede que deportiva tras renovar un curso con el Madrid) y como un colofón de récord, el de convertirse en el único baloncestista de la historia con seis citas olímpicas disputadas. En el Mundial volvió a ejercer de capitán en el vestuario y también en la cancha con su entrega como ejemplo. El físico le condiciona cada vez más, pero su intención es pelear por un último baile.

Willy y las estrellas

Scariolo ha apretado las tuercas a Willy Hernangómez para que acompañe con el tajo defensivo sus altas prestaciones en ataque. El pívot ha cerrado el Mundial como máximo anotador (18,2) y reboteador de España (5,6), pero sin atrapar aquella versión que le hizo MVP del Eurobasket y que en esta cita le ha mantenido lejos de estrellas como Anthony Edwards, Luka Doncic o Shai Gilgeous-Alexander. La ausencia de Brown le dejó sin el suministrador de balones que precisa, a la espera de madurar su conexión con Núñez. Su desempeño en el Barcelona, bajo los focos de la Euroliga, será clave para medir su crecimiento como faro de la selección en una posición que alumbra grandes promesas. Scariolo quiere más de Willy.

El preolímpico

El seleccionador calificó de “gesta titánica” clasificarse para París. Por delante aparece un preolímpico del 2 al 7 de julio, calzado entre el final de la ACB (puede estirarse hasta el 17 de junio) y el inicio de los Juegos (26 de julio). “Iremos a la guerra con los que estén”, dijo Scariolo, anticipando las dudas sobre quienes estarán disponibles para el peaje. El camino es complicado porque 24 selecciones se darán codazos por solo cuatro plazas. Tras la decepción de este Mundial, no estar en los Juegos sí abriría una fuerte herida, deportiva y económica. Exigida por un pasado de oro, España se juega su futuro.

Y elecciones a la vista con Elisa Aguilar lista para ser presidenta

La disputa del Mundial ha coincidido con un curso especial en la Federación Española de Baloncesto (FEB). Primero porque este año celebra el centenario de su nacimiento, y ha regado la temporada de actos conmemorativos. Y segundo por el cambio en la presidencia. Jorge Garbajosa fue elegido en mayo nuevo presidente de FIBA Europa y, después de un periodo en que compaginó ambos cargos, dimitió como presidente de la FEB nueve días antes de que comenzara el Mundial, para abrir oficialmente el proceso de su sustitución en el cargo.
Elisa Aguilar, 222 veces internacional y ganadora de seis medallas con España como jugadora, y hasta ahora Directora de Competiciones de la FEB, es la única candidata para sucederle en las elecciones que se celebrarán el 2 de octubre. Aguilar cuenta con el apoyo de los cuatro vicepresidentes federativos, de Aragón, Andalucía, Cataluña y Madrid, para ocupar ya la presidencia y para renovarla en 2024, cuando habrá de nuevo elecciones.

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By Bixintxo Armendáriz Campos

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