La explosión final de Olga Carmona y el zurdazo que vale un Mundial | Mundial fútbol femenino 2023

“Merchi”. Es lo que ponía en la camiseta interior de Olga Carmona. Y así lo enseñó tras marcar el gol que puso a España de pie frente a las pantallas de televisión alrededor del país. Un mensaje dedicado a la madre de una amiga que falleció recientemente, al más puro estilo Iniesta en 2010. “Esta victoria va para ella”, decía tras el pitido final. Sin apenas poder hablar. Y es que Olga Carmona (Sevilla, 23 años) es una nostálgica y una supersticiosa. Con esas espinilleras serigrafiadas con su imagen jugando y la de su familia, el zurdazo de la lateral, la capitana de España, levantó la ilusión del equipo. Subía y bajaba por la banda, atacando y defendiendo todo el partido, al estilo La Roja -de robo y transiciones rápidas- más que al estilo Barça, a pesar de contar el equipo con seis titulares azulgranas. A la del Real Madrid, equipo con el que acumula más de 100 partidos, no le pudo la presión. Ni el runrún de un estadio lleno de 75.000 aficionados en Sídney mermaron sus ganas.

Carmona ya está acostumbrada a la responsabilidad. Lo demostró el día que asumió lanzar un penalti en el Camp Nou, ante 91.553 espectadores, en unos cuartos de final de la Champions League que el Real Madrid acabó perdiendo. En la final del Mundial, este domingo, salía del túnel de vestuarios seria. Sin mirar el trofeo. Ni a sus rivales. Pero con fuego en los ojos. Los días previos al partido estaba muy nerviosa. Es maniática y le gusta tenerlo todo bajo control, pero también ambiciosa. Tenía ganas de jugar la final, aunque en ningún momento pasó por su cabeza ganar la Copa del Mundo, tampoco que sería ella quien marcaría el gol decisivo, como hizo contra Suecia en la semifinal. “Es el gol más importante de mi vida”, comentaba tras el partido contra las suecas. Sin saber que en la final pasaría de heroína a leyenda, siendo la autora del gol y MVP del partido.

Pero las lionesses, acostumbradas también a tener la posesión del balón y lideradas por una arquitecta de la táctica como Weigman, rugían en la final. Una primera parte en la que España robaba y removía el balón, con una gran movilidad de Aitana y Jenni y una Olga que corría por la banda tratando de romper las alineaciones de sus rivales. La sevillana se forjó en la cantera del Sevilla CF, como extremo, junto a sus hermanos; y después como carrilera. Y ahora, de lateral en la selección, ha tirado de recuerdos. A ella siempre le ha gustado atacar. Y en la final lo ha demostrado.

Pero su camino en el Mundial no ha sido sencillo. En el partido contra Japón, la única derrota de España en el campeonato, solo jugó 45 minutos. En octavos, no fue elegida por Vilda para saltar al campo, y en cuartos salió justo después del gol que empató el encuentro con Países Bajos. Muy decidida, como la consideran en su entorno, logró remontar y lo que empezó siendo un Mundial discreto ha terminado por ensalzarla como una pieza clave. Protagonista por méritos propios en el camino de la selección para lograr la primera estrella sobre el escudo. Su madre, uno de sus máximos apoyos, es que luce un tatuaje idéntico al suyo con el dibujo de un abrazo, voló a Australia el viernes junto a uno de sus hermanos para acompañarla. En esta recta final la ha ayudado a mantener los pies en el suelo, y a valorar todo el proceso vivido en la Copa del Mundo, a pesar de que de niña siempre prefirió para ella el tenis, la natación y el flamenco.

Pero Olga se quitó los tacones y se olvidó de la natación y el tenis. Para correr la banda. Arriba y abajo. Defendiendo férreamente, atacando con garra y recibiendo instrucciones de Vilda, como hizo este domingo en Sídney. Hasta que Cata Coll atrapó el último balón. Y España gritó que era campeona del mundo. Un título al que Olga le puso el lazo: marcó un gol que ha hecho historia. Muy lejos de su Sevilla. Pero muy cerca de su madre.

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By Bixintxo Armendáriz Campos

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