Para preguntar sobre la importancia de los llamados récords del presente en el mundo del alpinismo, nada mejor que visitar a los grandes alpinistas del pasado, aquellos que ven con los ojos desorbitados los descomunales medios económicos y materiales de la actualidad. Sentado en la telecabina que desciende a Gressoney (Italia) desde el macizo del Monte Rosa, Arturo Squinobal, 78 años, luce orgulloso su insignia de guía. Acaba de completar, junto a una amiga, 2.000 metros positivos de desnivel y otros tantos de vuelta y luce sereno, afilado, aunque aclara que no ha guiado: “Estoy jubilado, solo acompaño a amigos. Sigo amando la montaña”. Squinobal fue uno de los héroes que firmaron la primera ascensión invernal a la arista integral de Peuterey, más de 4.000 metros positivos de roca, hielo y mixto para alcanzar la cima del Mont Blanc. Fue en 1972. Le acompañaba su hermano Oreste y ambos acabaron unidos a una cordada francesa formaba por Louis Audoubert, cura y enorme alpinista, Marc Galy, la leyenda Yannick Seigneur y Michel Feuillarade. “Estuvimos varios días, casi pasamos todas las navidades en la arista”, recuerda Squinobal. ¿Y qué opina de la reciente ascensión estival en ese mismo escenario a cargo de Benjamin Védrines, apenas 6 horas y 51 minutos? “Opino que no llevaba como nosotros una mochila de 20 kilos”, suelta y estalla en una carcajada, palmeándose el muslo con una mano enorme, casi una garra acostumbrada a retorcerse en la roca. “Lo de Védrines es de otra galaxia”, aclara con admiración, “porque es alpinismo sin trampas… nada que ver con lo que está pasando en los ‘ochomiles’ ahora mismo, con récords vacíos”, sentencia el guía italiano.
Y aquí se mencionan los casos del nepalés Nirmal Purja y de la noruega Kristin Harila: el primero escaló en seis meses y seis días los 14 ochomiles del planeta, si bien la marca quedó invalidada cuando se descubrió que la faltaban al menos un par de cimas. Harila se empeñó en mejorar a Purja, y acaba de pulverizar el récord dejándolo en tres meses y un día, siempre de la mano del nepalés Tenjin Lama. El ruido mediático ha sido generoso: tanta cacofonía para dejar tan escaso poso en la historia del alpinismo. Resulta curioso observar cómo dos montañeros sin pedigrí alguno han copado estos últimos dos años todos los grandes titulares de los medios, acumulando grandes sumas de dinero, mientras los grandes alpinistas se rascan el cogote preguntándose por la deriva de una disciplina en la que lo auténtico no merece apenas atención y queda a oscuras frente a récords que solo lo son en la forma, no en el fondo. En el mundo del alpinismo, cabe recordar, importa más el cómo que el qué. El estilo se encarga de conceder mérito a la actividad.
Reinhold Messner, el primer ser humano en alcanzar la cima de los 14 ochomiles dejó el listón tan alto que apenas se ha mejorado su forma de hacer, aunque invirtió 15 años en el empeño. Si acaso, Jerzy Kukuzcka, segundo en una lista cada vez menos apreciada, puede ofrecer un estilo a la altura de las circunstancias. Ambos genios aportaron enormes contribuciones a la historia de la disciplina: el tirolés, firmó el primer ascenso en estilo alpino a un ochomil, fue el primero sin oxígeno en la cima del Everest, el primero en solitario a dicha cumbre, abrió nuevas rutas al Nanga Parbat y felicitó con elegancia al polaco Kukuzcka, autor de varias primeras invernales, de itinerarios novedosos y capaz de completar el reto en sólo nueve años. Frente a la herencia del pasado, la involución. Messner hubiera apostado por un futuro en el Himalaya en el que todos se enfrentasen a las montañas en estilo alpino, es decir, sin el concurso de sherpas, cuerdas fijas, campos de altura ni oxígeno embotellado. Ha ocurrido justo lo contrario. A su juicio, Harila es una turista. Siete sherpas la han acompañado permanentemente colocando cuerdas para ella y no se ha quitado la máscara de oxígeno bajo ningún concepto. Pero lo que más ha chirriado ha sido el uso descarado del helicóptero, no solo para volar de una montaña a otra ahorrándose semanas de caminata, sino para equipar la montaña de arriba hacia abajo. En junio pasado, uno de los alpinistas de la etnia sherpa más respetados, Mingma G, denunció con un vídeo y una carta a Explorersweb la táctica empleada por el equipo de la noruega en el Manaslu: “Han realizado tres depósitos de material y sherpas en el campo 2 y uno en el campo 1. Esto va a arruinar la imagen del Himalaya y el prestigio de los sherpas”, aseguraba. Solo así se entiende que lograsen la cima en junio, cuando la temporada acaba en abril.
En última instancia, Harila, quien nunca se ha declarado alpinista de élite, es un producto de los tiempos que corren, alguien que solo persigue un récord: hoy en día la montaña es un faro, y un lugar desde el que atraer la atención, especialmente la de aquellos que no conocen las leyes no escritas del alpinismo auténtico. Para firmar un récord verdaderamente valioso en los 14 ochomiles, sería preciso dar con un alpinista que fuese una mezcla de Messner, Kukuzcka y Kurtyka, con los pulmones de Védrines. Y entonces, sí, hablaríamos de algo realmente estimulante y asombroso.
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