Antes de que comenzara el Mundial, la FIFA realizó en Palmerston North, donde España tenía su base hasta ayer —ahora ya instalada en Wellington—, una sesión de fotos a las jugadoras para poner su silueta en las alineaciones. Alexia Putellas (Mollet del Vallès, Barcelona; 29 años) fue la última en hacer acto de presencia y al cruzar la puerta, una al estilo cantina de western, el tiempo se detuvo. “Tiene un aura especial que la envuelve. Va andando e irradia magia. Ese día, al entrar en la sala, fue como: ‘Ya está aquí”, cuentan quienes vieron su aparición en escena. Y tanto dentro del campo como fuera hay Alexia para todas, futbolista que lidera con mucho fútbol y pocas palabras —ninguna a los medios en Nueva Zelanda, por más que siempre salude con una sonrisa y de forma educada—, y a la que en ocasiones hay que interpretarle sus silencios, reservada de inicio ante lo desconocido pero entregada a los suyos.
La sonrisa de Alexia, en cualquier caso, es la sonrisa de España, pues nadie descifra mejor el fútbol que ella ni atesora tantos quilates en las botas, jugadora diferencial —por algo ha conquistado los dos últimos Balones de Oro— todavía sin expresar su mejor versión en Nueva Zelanda porque sale de una lesión complicada, de una rotura de ligamentos en la rodilla izquierda. Varapalo que se llevó hace poco más de un año, cuando se preparaba para la Eurocopa. “Sentí el crujido y me caí al suelo. Mi cabeza hizo pum: ‘Estoy fuera”. El mundo se le vino abajo, aburrida entonces porque siempre se había dedicado sin freno a su sueño de ser una de las mejores, acaso inspirada por su referente Serena Williams y el legado que autografió con la raqueta. Si bien el tiempo le demostró que la normalidad —algo que nunca casó con ella— era mano de santo, pues descubrió los paseos por la playa o las comidas entre amigas, siempre tenía el objetivo recurrente de volver al césped.
Empezó con sesiones en la piscina, pasó por el gimnasio e infinitas horas de fisio y, al fin, tocó el balón. Ese día no pudo contener las lágrimas, amor puro al esférico. Acortó los plazos y acabó el curso con algunos minutos en la mochila, reclamada por el seleccionador Jorge Vilda para el Mundial. “Lo mejor de Alexia está por llegar y vamos a poner de nuestra parte para que así sea”, reflexiona el técnico, siempre pendiente de su jugadora franquicia, toda vez que se les ve con regularidad entrar al campo de entrenamiento de cháchara, consciente de que debe generar un ecosistema a su alrededor porque el juego se agita y acelera en sus botas, al fin asentada una relación que no siempre fue la mejor. Pasaron tiempos difíciles, alineada ella con las 15 jugadoras que decidieron en su día no ser convocables con España —pero no envió el mail como el resto porque estaba centrada en su recuperación—, aunque siempre de la mano de Irene Paredes, entonces la capitana. Cuando ella regresó, Alexia fue explícita: “Contigo”, escribió en las redes sociales. Y así llegó al Mundial, escenario ineludible porque su marca es potentísima, tercera que más genera tras las estadounidenses Alex Morgan y Megan Rapinoe según Forbes, 800.000 de salario y 3,2 millones de patrocinios.
Alrededor de ella, como es costumbre en esta concentración en la que todavía no ha venido su familia —tampoco lo podrá hacer su querida perra Nala—, aparecen Paredes, Jenni Hermoso, Laia Codina, Mariona y Misa, si bien desde el camerino todas dicen que están para ayudar. “Es una líder, una persona que cuando habla, suma. Dice lo correcto en el momento adecuado”, conviene Tere Abelleira. “Es un referente para todas que siempre intenta sacar lo mejor de ti si tienes un día malo”, se suma Eva Navarro.
Con el balón en los pies, sin embargo, habla mucho y bien. “La hemos visto ir de menos a más, cogiendo confianza. Vemos detallitos y veremos mucho más que nos dará alegría”, desliza Alba Redondo. “Hay que dejarle tranquila, está ya muy bien, pero es que nos tiene acostumbrados a un nivel de Balón de Oro”, se suma Paredes. “Sale de una lesión que cuesta, porque es de las peores, pero el talento no se pierde y menos en ella, que es de las mejores del mundo”, reflexiona Jenni. “Cuando coge el balón suceden cosas. Es una maga, una jugadora tocada con una varita mágica que levanta al público del asiento”, interviene Irene Guerrero. “No la calificaré como perfecta, pero es que lo roza”, cierra Misa.
Alexia jugó 15 minutos en el duelo inaugural ante Costa Rica y la primera media parte frente a Zambia —regaló un gol a Jenni—, por lo que supuestamente ya no se apeará del once, menos contra Japón en el duelo que sirve para dirimir el liderato del grupo. Mientras, al área de comunicación le seguirán lloviendo las peticiones de entrevistas y los flashes se dispararán a su lado. Pero ella, silenciosa fuera, querrá hacer ruido dentro. Ya está aquí.
La selección española cambia de campamento base
Además de lluvia, muchas vacas y ovejas y un par de puntos de interés, amén de dar paseos a orillas del río Manawatu o por el parque The Square, poco hay que hacer en Palmerston North a ojos del turista. Un lugar tan tranquilo como —para muchos— tedioso, que las jugadoras de la selección trataron de maquillar en una sala del hotel Copthorne con partidas de billar, ping-pong y dardos, además de reunirse alrededor de dos juegos de cartas (Virus y Brandy). También, claro, pasar tiempo con los familiares que les acompañan.
Pero el equipo, que mañana se medirá con Japón en Wellington (9.00, RTVE), pidió el cambio de sede, propuesta que apoyaron el cuerpo técnico y la federación, conforme porque el primer objetivo de que el grupo hiciera piña estaba completado.
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