Carlos Sainz puso en erupción a la legión de tifosi que siempre, independientemente de los resultados, tiñen de rojo el circuito de Monza, uno de los templos de la velocidad que todavía figuran en el calendario del Mundial de Fórmula 1. En su fin de semana más sólido hasta la fecha, el piloto español se las apañó para imponerse a Max Verstappen por solo 13 milésimas, la nada, gracias a un segundo sector prácticamente antológico. Se trata de la cuarta pole position del madrileño, la primera de la temporada para él y la tercera para Ferrari. A pesar de ser solo una cronometrada, la machada de Sainz y la tercera plaza que ocupará Charles Leclerc, su vecino en el taller de Scuderia, en el momento de la arrancada (15:00 horas, Dazn), subirán el ánimo de la tropa de Maranello, medio grogui como la mayoría de aficionados por el rodillo que gran premio tras gran premio pasan Verstappen y su Red Bull. Fernando Alonso, esta vez, saldrá el décimo en una última eliminatoria en la que no tuvo opción.
A la espera de la reacción del actual campeón y del equipo del búfalo rojo, las 67 milésimas que separaron a los tres primeros son un argumento lo suficientemente potente como para pensar en subirse al podio. Aspirar al triunfo, con Mad Max tan cerca y el empaque del holandés en las tandas de vueltas largas son otra historia. Habrá que ver si la velocidad del SF-23 en recta puede con la carga aerodinámica del RB19 en un trazado donde este elemento no es tan determinante como en otros. Hasta que llegue el momento en que se apaguen los semáforos, la hinchada podrá salivar con la gresca a tres bandas de la última criba (Q3), un intercambio de golpes que, por momentos, les otorgó la pole a los tres que se la jugaban. Cada uno de ellos se creció en uno de los tres sectores de Monza, y la balanza cayó del lado de Sainz porque lo bordó en el segundo. La incertidumbre se alargó más de la cuenta por voluntad de los comisarios, que por un momento pusieron a los dos coches de Il Cavallino Rampante bajo la lupa, aunque la cosa quedara solo en un susto.
La Federación Internacional del Automóvil (FIA) informó del tiempo máximo que los pilotos podían emplear para completar las vueltas de salida y regreso a los talleres, y también las de recarga de baterías. Tras análisis de los giros de Sainz y Leclerc durante la Q1, los comisarios concluyeron que ambos superaron esa frontera. Sin embargo, esa obligación contemplaba alguna que otra excepción, como la que exculpaba a quienes hubieran rodado más lentos de la cuenta por apartarse, y dejar paso a rivales que llegaran en vuelta rápida. A pesar de que la FIA anunció una investigación que se iba a llevar a cabo una vez concluida la Q3, el organismo la dejó después sin efecto al considerar lógicos los argumentos esgrimidos por Ferrari.
“¡Dime que la tenemos!”, soltó por la radio el hijo del bicampeón del mundo de rallies (1990 y 1992), nada más terminar el giro que le permitirá salir sin tráfico y con pista libre por delante. “La tenemos, buen trabajo”, le respondió Riccardo Adami, su ingeniero de pista. “Ha sido una cronometrada muy intensa, especialmente en la Q3. Los tres fuimos a por ella, pero sabía que tenía algo de margen y por suerte salió bien”, añadió el corredor, que buscará repetir el triunfo que Leclerc logró en 2019, el último de la estructura italiana en su particular catedral. “Desde que crucé la línea de meta que tengo la piel de gallina. En el hotel, allí donde vamos. El primer objetivo es el podio, pero vamos a por esa victoria”, prosiguió Sainz, que difícilmente se verá en una coyuntura más a favor para tratar de romper la inercia de Red Bull, que no ha dejado de ganar desde la última parada del calendario del pasado ejercicio.
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