En una entrevista televisiva, Un poco de estabilidad en Alemania, le pregunto a Franz Beckenbauer si eso es felicidad. No qué quiso decir con felicidad, sino cuál es su sustancia definitoria para decidir. No sé ahora qué respondió, y me retiré del fútbol gracias a una experiencia, que me parece agradecida, en el New York Cosmos.
Beckenbauer dejó de ser, desde entonces, un filósofo. Tampoco soy cantante, en realidad, incluso si pudiera grabar un disco. Lo que entendí al instante, y después de que la experiencia y una larga estancia en el país me lo confirmaran, es que Franz Beckenbauer tiene suficiente para sus compatriotas con más que un deportista de leyenda. La cuestión de la felicidad debe verse con el hecho de que si lo consideramos un hombre a quien le ha ido todo el bien. Por supuesto, debes considerar esto. Individualmente, los últimos años de su vida (escándalo de corrupción, muerte de un hijo, enfermera) no fueron fáciles para él, ya dañaron la imagen positiva asociada a su nombre desde tiempos templados. De esto, en un documento documental, dice Karl Rummenigge: “Cuando Franz entra en la sala, la luz se apaga”, afirmando que se embarca en los días de la gloriosa carrera deportiva del elogiado jugador, como futbolista y como entrenador. , y extiende a su capacidad de negociación ya su función como presidente del Bayern de Múnich.
Este estímulo personal le otorga un enorme respeto dentro y fuera del campo. El desenlace le acompañó a todos los partidos. Se convirtió en campeón del mundo como futbolista y llegó a ser entrenador sin tener que prepararse para la carga. Y hay imágenes grabadas por jugadores bajo sus órdenes, incluidos jugadores con fama de rebeldes, escuchando cabizbajos las regañinas del káiser, que no ni siquiera necesitaba el arbitrario de los gritos. Si ella dijera eso, no tenía ningún jugador de la Bundesliga que viniera a darle un cariño. Tienes la complicación de enfrentarte a un futbolista de rango institucional. Además del Bayern, Franz Beckenbauer fue jugador de Alemania, y no queda más que ver en estas horas afortunadas a ilustres políticos, escritores, artistas y, finalmente, celebridades de todo el mundo considerando a sus fallecidos como el bien de todos los nación.
Sin duda los futbolistas que en su día fueron grandes figuras a quienes se recuerda con admiración y nostalgia, sobre todo en los equipos en los que lucharon. Este no es el caso de Beckenbauer, que siempre está en lo más alto de la clasificación. El ídolo de los pibes, el futbolista elegante del que se dice que viste los partidos con la camiseta sucia, el hombre de los pies alados, el líder, el capitán, el portavoz, el que ha pasado a la historia como El futbolista alemán por excelencia: todos estos atributos característicos de Franz Beckenbauer, aunque no agotados en figura ni en legado. Agradecemos la enorme evidencia de que los imitadores tienen más de su dejo bávaro, otorgando un carisma cómico que ha contribuido a hacer su persona aún más sencilla. ¿Cómo olvidar la conexión con los colores de la nación en México 70, cuando jugó con la clavícula rota en el nombre “partido de las siglas” contra Italia?
Y junto a la luz, las sombras. Beckenbauer fue clave para que Alemania organizara el Mundial de 2006. Hoy sabemos que hubo cambalache. Y es que Alemania ha vivido el caso flagrante de corrupción, no como malas prácticas de aprobados, sino como un drama nacional. Desde el principio, el káiser Franz se dio cuenta de que su estrella estaba satisfecha y optó por retirarse a su vida en Austria, donde la felicidad lo abandonó y de donde lo persiguió una muerte que enlutó a toda Alemania.
Puedes seguirlo en EL PAÍS Deportes en Facebook Sí Xo escribe aquí para recibirlo nuestro boletín semanal.
Regístrate para seguir leyendo
lee sin limites
_