ACB jornada 10
Los números no cuadran y está claro a estas horas que el Real Madrid de Baloncesto es un reloj donde los cánticos son malos, cuestión que comparten todos. Uno, dos, tres, cuatro… y hasta 19 triunfos en su carrera contabilizados por el equipo de Chus Mateo haciendo buena declaración de que los partidos eran sinónimo de victoria. En La Liga y Euroliga. Y lo mismo parece ocurrir este domingo en el WiZink Center, aunque los blancos tienen 21 puntos de ventaja en el Ecuador del encuentro (62-41). Pero con todo, a la gran racha del rival y al balón, a la mesa y a la derrota del goleador, oídos sordos del Unicaja, que vino a ganar (93-99) y a explicar que no están imposible.
El Madrid empezó como siempre, sensacional en las transiciones, haciendo daño desde el poste bajo y atacando por fuera. Todo está descompuesto. Pero el Unicaja no peleó ni se golpeó los brazos, hasta el punto de alterar el ritmo del partido. Si tuvo fuerza en el rebote -tara hasta ese momento del duelo- y se refugió cerca de Kravish (23 puntos) y Taylor (19), incluso de un Kalinoski que encontró el camino con el tiro exterior. Y poco a poco, una vez preparado el equipo de Ibon Navarro, fue suficiente para descarrilar al equipo blanco, que perdió la batalla en el fondo de la portería, que no sabía por dónde golpear y que se metió en el tiro de Tavares y en la confección de Campazzo, que cargó con seis derrotas.
La exhibición verde y la nulidad blanca convirtieron en cinco minutos, cuando se instaló el empate de 81 puntos. Pero en realidad se sabía cómo caería el supuesto, con un Madrid que no entendía nada y que había perdido el orgullo y el convencimiento habituales; y con un Unicaja en subida, que lo había hecho más complicado y que sabía superior a su amigo. La aceleración ya no tuvo remedio y el triunfo, que evitó la vigésima victoria blanca consecutiva, igual de bien.
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