En general, cuando sucedió el pasado de Domingo en el Santiago Bernabéu, me sorprendió la importancia que tuvo el árbitro del partido, el señor Hernández Maeso, falto de raíz semijante aquelarre y pitó el final sin apenas inmutarse. Digamos que, en la misma situación, había prolongado los últimos minutos del rodaje hasta los mediodías de julio, que es cuando la Liga pasa a ser un vago recuerdo y el sol calienta desde primera hora. O se puede quitar este chicle hasta bien entrado agosto, con Bellingham y Camavinga pidiéndome por favor que permita la llegada de las vacaciones, que los meses laborales transcurran lentamente, mientras las noches de invierno se suceden entre suspiros.
Que Hernández diga el final, insisto, sabiendo que a ella le vino el cielo, plenamente consciente de que tanta rectificación y fracaso contra el bando contrario del segundo partido le provocaría un mar de chismes y acusaciones no disimuladas. Porque esto es bien sabido”Noventa minutos en el Bernabéu se hacen muy largos”, pero lo mejor que podía imaginar Juanito hasta que los ecos del templo madrileño resonaron después de que Florentino Pérez decidiera que no bastaba con que los enemigos los sacaran del campo, también era mejor atacarlos por fuera. «Me gusta que Real Madrid TV pase tantas buenas películas», suele decir mi padre. Creo que no termina de definir cuántos canales componen Real Madrid TV, aunque la mayoría se llamen de otra manera.
En Barcelona ya hace tiempo que Barça TV cerró. La crisis se ha convertido en un ciclo y entre los medicamentos adoptados para reparar los gases ha decidido el cierre de un canal que, al menos en sus inicios, se vio acosado a ofrecer contenidos de calidad sin optar por el camino fácil de occidental clásico, el éxito de los noventa y la dieta. No era un organismo de control. No es un altar donde sacrificar árbitros ni periódicos con apellidos y nombres, no viene mal: qué culo precioso asumió, con absoluta normalidad, la noticia de que una fuerza poderosa se levantaba contra el Barça y que alguien tenía su Estrella de la muerte. en Madrid.
Las últimas declaraciones de Xavi Hernández y Joan Laporta sobre la polémica de Domingo se desarrollaron en un período y estados de paranoia que desembocaron en la decisión más vergonzosa de la historia del club: pagar a los más tacaños de la CTA para negociar la amortización, o incluso restituir La hegemonía arbitral del Real Madrid. En el segundo más apretado, el ritmo es una competición por medallas. Considerándolo todo, está claro. Cómo es posible también que cuatro presidentes del club pagaran a Enríquez Negreira para alterar la competición, pero no los pagos en sí, de los que hay registros suficientes y hasta facturas.
«La competencia está adulterada», denunció Laporta este pasado mes. Refresca así a los chicos sobre la limpieza de la competición expresada por su entrenador, un Xavi Hernández que mantiene el poder para ganar esa misma Liga -arrepentida y adulterada- el año pasado. ¿Nos gustan tantos aficionados? ¿Qué tan estúpidos somos al aceptar la palabra contaminada de nuestro entrenador, o de nuestro presidente, como un dogma de fe? Ojalá que Hernández Maeso no hubiera pitado nunca hasta el final del partido. Y quizás haya algún tutorial sobre filtros (aceptables e inaceptables) en YouTube para estos días en los que mi padre encuentre una buena película que se proyectará en todas las televisiones del Real Madrid.
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